Fuente: Ambito – Desde que entró en vigencia la nueva resolución el porcentaje de aprobación de las SIRA ronda el 15%, otro 30% fue denegado y el resto permanece sin estado aún, es decir no están aprobadas ni rechazadas.
Previo al lanzamiento del nuevo sistema de importaciones, y en línea con las voces del Gobierno, los empresarios que nos dedicamos al comercio exterior esperábamos una mayor previsibilidad para el acceso al MULC (MERCADO ÚNICO LIBRE DE CAMBIO). Sin embargo, y por el momento, estamos lejos de tener previsibilidad y la situación se volvió imprevisible.
El dato es concreto: desde que entró en vigencia la nueva resolución el porcentaje de aprobación de las SIRA ronda el 15%, otro 30% fue denegado y el resto permanece sin estado aún, es decir no están aprobadas ni rechazadas.
Por otra parte, la “CUENTA ÚNICA DE COMERCIO EXTERIOR” que se creó en la resolución aún no funciona. Esto genera un parate en la producción nacional ya que estamos hablando de insumos indispensables para la industria, tanto en el sector alimenticio como en el automotriz y el resto de las industrias que también se ven afectadas.
Es importante entender que las empresas que tengan medidas cautelares vigentes no pueden solicitar nuevas SIRA debido a que el sistema arroja un cartel indicando que la firma se encuentra en análisis por presunto abuso de medidas cautelares, una maniobra que las perjudica.
Las pocas SIRA que se aprobaron arrojan fechas de acceso al MULC 30/06/2023, es decir 254 días desde el despacho a plaza de la mercadería. Esto es completamente imposible para una pequeña pyme que quiera acceder a una financiación del proveedor del exterior a tanto tiempo. A esos 254 días hay que agregarle unos 50/60 de tránsito marítimo y 30 días más de producción. Esto hace que nos preguntemos algo simple: ¿Cómo es posible que una empresa logre convencer a su proveedor de recibir el pago un año después del envío de la mercadería desde un país con casi 3000 puntos de riesgo?
A pesar de este panorama, como siempre planteamos desde nuestro espacio y nuestro lugar de empresario pyme, no es algo distinto a lo que ya vivimos en las últimas décadas en la Argentina. La falta de dólares en las reservas del Banco Central, sumado a la depreciación del peso hace que haya que apelar a la máxima creatividad para sostener la actividad. Aún en tiempos de reservas flacas, los empresarios argentinos saben rebuscarse para mantener el trabajo, el empleo y -sobre todo- la producción nacional.
Vale remarcar un aspecto más. Este ritmo inflacionario no le conviene a nadie. ¿Por qué? Por la sencilla razón de no tener precio de referencia. Ni para el consumo ni para la producción.
¿Cuánto sale algo que tiene un componente importado?
Hoy tiene un precio, mañana otro. Desde que se cierra un precio para importar, hasta que el insumo llega a la empresa y luego al consumidor, los precios se modifican. Y eso genera una distorsión. Y una situación de estrés permanente sobre todo para las PYMES que necesitan ayuda en el financiamiento para seguir creciendo. La actividad económica está lejos de ser desastrosa. El problema es el cuello de botella que se genera cuando una empresa decide dar un salto de calidad para producir más.