Fuente: IProfesional – Los fines de semana, Darío Botte es guitarrista de Felipe Barrozo, exmiembro de Intoxicados y, desde hace 13 años, lidera su propia empresa de alimentos.
Darío Botte (42 años) es un hombre multifacético: guitarrista de Felipe Barrozo, legendario músico de la popular banda Intoxicados, fundador y CEO de Trigal, una empresa de alimentos congelados. Con una carrera que combina la pasión por la música y el espíritu emprendedor, logró transformar su pequeña distribuidora en una empresa productora con tres plantas, más de 100 empleados y que en 2023 facturó $5.000 millones.
La vida de Botte con 20 años era la típica de un joven del conurbano bonaerense apasionado por la música: la guitarra al hombro, las juntadas con los amigos del barrio y después con los de la banda, yendo de bar en bar a compartir la potencia de sus acordes. «Hasta que un día mi vieja me dijo que todo bien con la música, pero que había que trabajar. Claro, yo me crié en Glew y vengo de una familia muy humilde donde nada sobraba y había que salir a ganarse el mango», cuenta.
Obedeciendo a su madre, pero sin abandonar la música ni los escenarios, Botte salió a buscar trabajo e ingresó al equipo de ventas de Pillsbury, una multinacional de alimentos. Allí estuvo nueve años y durante ese periodo, donde llegó a ser jefe de ventas, logró alquilar su primer departamento, pagar sus estudios universitarios y recibirse de licenciado en administración de empresas. Además, en esos años, mientras dejaba atrás al adolescente que fue, otro sueño empezó a gestarse en él: tener su propia empresa. «Era muy bueno vendiendo y conocía muy bien el mercado. ¿Por qué trabajar para otros si podía hacerlo para mí?», se preguntaba.
Con esta idea en mente y, reitera, sin jamás abandonar la música ni los escenarios, renunció a la multinacional y, con el poco dinero que logró juntar, en 2011 fundó Trigal. Por supuesto, cuenta Botte, no era estrictamente una empresa, sino más bien un pequeño emprendimiento fundado con los pocos pesos que había logrado juntar de su sueldo y su auto. Trigal, no era más que Botte recorriendo las calles de Buenos Aires revendiendo medialunas congeladas a comercios minoristas. «Fue como tirarme a un precipicio, volver a foja cero, aunque con algunas ventajas que hicieron la diferencia: mucha experiencia, conociendo los procesos de una multinacional y contactos de mercado. Igualmente, corría todas las pelotas; atajaba y cabeceaba», remarca.
Sin mentores ni inversores que lo orientaran o ayudaran, cometiendo errores y superando todo tipo de desafíos, al año contrató a su primer empleado y poco a poco fue sumando más a la par que aumentaban los clientes, los comercios minoristas, por un lado, y los productores de alimentos congelados por el otro. Trigal, explica Botte, era una distribuidora que abastecía a los comercios minoristas desatendidos por las grandes empresas multinacionales: desde pequeños supermercados y estaciones de servicio, hasta hoteles y restaurantes o bares.
Aunque el emprendimiento tomaba forma, había algo que a Botte le hacía ruido y lo desvelaba por las noches. Tenía una marca, tenía un logo, pero nadie lo conocía. Como intermediario entre productores y comercios, aunque en un rol clave, había quedado a las sombras. «Yo quería llevar medialunas en una caja con el nombre Trigal, quería mi marca y mi propio producto», cuenta.
De distribuidor a productor
Fue así como Trigal dejó de ser una distribuidora para convertirse en una empresa elaboradora de sus propios productos, primero a fasón y, desde hace tres años, bajo la dirección de un ingeniero en alimentos, desde tres plantas propias ubicadas en Avellaneda, en el Parque Industrial de Ezeiza y Escobar. Esta última, de tartas y empanadas, que compró en 2023 en funcionamiento con empleados y todo.
A 13 años de su fundación, en Trigal, donde trabajan unas 110 personas, se producen unas 170 toneladas por año de 60 variantes de alimentos que van desde medialunas, tartas y empanadas hasta pan, donuts y chipa; todo ultracongelado. «Este modelo de negocio nos permite mantener un precio justo, porque, sin resignar calidad, podemos tener un control sobre los costos de producción y, además, porque los productos salen directo de fábrica sin intermediarios y a todo el país», remarca Botte, quien cerró el 2023 con una facturación de unos $5.000 millones.
Arracó revendiendo medialunas congeladas en su auto y ahora lidera una pyme con tres plantas de producción y abastece a más de 2000 comercios minoristas del país
Durante un tiempo, Trigal funcionó en Miami (Estados Unidos), pero cuando por la pandemia su negocio, como muchos que se concentran en el canal B2B, se desplomó, y entonces decidió poner toda la energía en sostener la empresa y los sueldos de sus empleados en el mercado local. Ahora, más establecidos, Botte vuelve a mirar el mercado externo. «Ya tengo registrada la empresa en Chile y estamos en proceso de certificación de unos productos para empezar, en uno o dos meses, a poder mandarlos», adelanta.
Actualmente, Trigal abastece a unos 2.000 clientes en Argentina y, si bien Botte reconoce que hay una caída del consumo, la empresa no cae. «Trabajamos mucho en canibalizar el mercado, es decir, si un cliente se cae salimos a buscar otros de la competencia y así nuestro canal termina creciendo. Yo soy optimista, creo que siempre hay una oportunidad: cuando hay una crisis con una caída muy fuerte, uno revisa más los precios y los gastos. Por lo tanto, nuestros clientes o potenciales prospectos están buscando proveedores alternativos y es ahí donde nosotros, con el diferencial precio, podemos entrar», señala Botte con relación al contexto actual.
Sin jamás abandonar la música ni bajarse de los escenarios
Eso sí, aclara nuevamente Botte, su carrera empresarial se fue desarrollando sin jamás abandonar la música ni bajarse de los escenarios. Mientras el empresario fundaba y desarrollaba Trigal, también fundaba Sexta a Fondo, su propia banda de rock donde, además de tocar la guitarra, es el cantante.
Desde hace dos años, Botte también es guitarrista de Felipe Barrozo, histórico miembro de la legendaria banda Intoxicados. Para Darío, no hay músico sin empresario ni empresario sin músico, y sencillamente puede pasar de tener una reunión de marketing o de producción a colgarse la guitarra al hombro, como a sus 20, e ir a grabar o salir de gira por el país. «Eso sí, a las siete de la mañana puntual estoy como todo el equipo trabajando en la fábrica», aclara.
El barrio y el rock le enseñaron a Botte la mejor versión de liderazgo para su empresa, un liderazgo de cercanía, humanizado y que le permite ser unos más entre sus empleados
Para Botte, el liderazgo, o por lo menos el modelo de liderazgo con el que se identifica, es «sostener una cercanía honesta con la gente, siendo uno más«. De hecho, cuenta que, como otros ejecutivos de ventas del equipo, él también tiene su cartera de clientes a los que atiende personalmente. «También me gusta hablar directamente con cada una de las personas que integran Trigal. Cuando hay un problema, prefiero acercarme, charlar y ver juntos cómo juntos podemos mejorar. No soy el líder que da órdenes, soy uno más», dice el empresario, quien además emplea a su madre y su hermana.
Botte relaciona este tipo de liderazgo con sus orígenes, la vida en el barrio y el rock and roll que, reflexiona y, en sus propias palabras, lo humaniza. «Yo vengo del mismo lugar de donde son los chicos y cuando hablamos de música o me dicen que me fueron a ver tocar, hablamos el mismo idioma; me siento en mi hábitat en todos los aspectos. Me siento más raro sentado con un tipo que se me hace el corporativo porque yo no tengo ganas de zaraza», explica.
Reflexionando sobre su vida y recordando a su madre cuando le pidió que deje la guitarra y que saliera a trabajar, Botte les dice a los jóvenes que sueñan con ser músicos, que una cosa no quita a la otra, que con pasión y dedicación es posible equilibrar ambos mundos y que no hay límites cuando se trata de seguir los sueños. «Laburen y sigan tocando; no desistan de ninguno de sus sueños», concluye el fundador de Trigal y guitarrista de Intoxicados.