Fuente: Cronista – Santiago Mignone habla del cambio cultural de la Argentina y los empresarios. También, de la relación con Milei, el próximo Coloquio y la necesidad de «volver» a la Constitución: «A los gobiernos argentinos, les encantó afectar la propiedad privada. Y nos hemos acostumbrado, que es lo peor».
La memoria vuelve a octubre. En la sala de prensa históricamente montada en el primer piso del Sheraton de Mar del Plata, Santiago Mignone, presidente del Coloquio de IDEA, intentaba, en sus palabras, «desdramatizar un poco» las ausencias de Sergio Massa y Javier Milei al tradicional cónclave empresario. En particular, por el desaire del Libertario, que -además de no asistir al evento- protagonizó su contracumbre en otro rincón de La Feliz. «Lamentamos cuando no vienen. Pero siempre hacemos las invitaciones y vamos a seguir invitando a todos», dijo en ese momento.
La mente vuelve al presente. Mignone está sentado a la cabecera de la sala directorio del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina -tal el nombre de la entidad-, con la porteña postal de Florida y Viamonte a sus espaldas. El ex CEO de PwC en el país -desde agosto, responsable de coordinar a las oficinas de la Big Four en los mercados de habla hispana de América del Sur- fue elegido a fines de abril como nuevo presidente de IDEA, sigla que, en sí misma, es toda una institución en el Círculo Rojo.
«Creemos que va a ir», dice, acerca de la presencia del Presidente de la Nación –Milei, justo Milei– este año. «Nosotros lo vamos a invitar. Históricamente, lo hicimos con todos los presidentes. Aspiramos a que vaya. Nos gustaría que fuera», expresa.
El próximo Coloquio será especial. Por un lado, porque se tratará de la edición número 60 del evento. Pero, también, porque después de la arenga del año pasado («Argentinos, volvámonos a ilusionar», fue el lema), buscará debatir sobre el rol del empresario y los factores -impuestos, costo laboral, afectación de los derechos de propiedad- que traban lo que debería ser su agenda principal: ganar productividad y competitividad.
-¿Qué posicionamiento tendrá IDEA con el actual Gobierno?
-El tiempo es desafiante. Estamos en medio de un período de transición, de ordenamiento de las variables macro de la economía y de otras cuestiones. Estamos en el inicio de un gobierno que decidió modificar muchas cosas. Desde el punto de vista de la institución, mi nombramiento es una continuidad de lo que se venía haciendo. Si algo caracterizó a IDEA en los últimos años es que hemos intentado no quedarnos cómodos con la queja, sino ir hacia propuestas específicas, con una mirada constructiva y no colaborativa. Y una mirada no sectorial: nos ponemos por encima. No hacemos declaraciones, ni lobby. Queremos mantener eso.
-Este Gobierno es pro-empresa, pro-inversión.¿Escuchará a IDEA más que el anterior?
-Siempre tuvimos diálogo. Hemos sido escuchados por los distintos gobiernos. No quiere decir que nos hayan hecho caso. Lo que es probable, y se está dando en algunos casos, es que la agenda tenga más similitudes. Desde hace tiempo venimos bregando por una mayor desregulación y ordenamiento de la economía. Y, por supuesto, con inventivos hacia la inversión. La inversión es lo que nos puede llevar al desarrollo. Si queremos más divisas, más empleo, más crecimiento, necesitamos inversión. Estamos convencidos de que la inversión y el sector privado son los motores de la economía y el crecimiento. En eso, el Gobierno opina lo mismo.
«Lo que, en el mundo, es ‘podés hacer todo lo que no está prohibido’, acá, pareciera que es ‘sólo podés hacer lo que está expresamente permitido'».
-¿Cuál es su balance del primer semestre del Gobierno?
-El Gobierno hizo muy bien en enfrentar el principal problema de la Argentina -y, creo, la principal demanda de la sociedad- que era atacar la inflación. Y atacándola en su causa, no en la consecuencia. El ir a cerrar el déficit fiscal y mantenerlo con tozudez es un valor importante. Por supuesto, no todo termina ahí. Como en todo ordenamiento macro, hay un período amargo, que es la recesión que estamos viviendo. Pero es consecuencia directa de reordenar variables económicas muy desordenadas al inicio.
-¿Qué le falta?
-¿Qué le falta? Un montón…Primero, que le den las herramientas que pidió. La sociedad eligió a un gobierno, el Gobierno pidió herramientas y durante meses no las pudo tener. Eso no sólo es inédito sino, además, absurdo. Elegimos un mecánico para que arregle el auto y no le damos el juego de llaves o las herramientas. Una cosa es mejorar las herramientas, otra cosa es no darlas. La consecuencia de no darlas es estirar la transición, que es la recesión. Tiene un efecto social.
-Hago de abogado del Diablo: la política puede responder que, con cosas como el RIGI, el mecánico quiere hacer un auto más rápido pero sin frenos o con cinturones de seguridad nada más que para los que van en los asientos de adelante.
-Vamos al RIGI. Estamos de acuerdo en que, si queremos más divisas, empleo y crecimiento, necesitamos inversión. ¿Vamos a seguir haciendo lo mismo que en los últimos 20 años? Vamos a tener la misma inversión que hace 20 años. El Gobierno dijo: «Quiero este camino». Entonces, elabora medidas de excepción. Tiene que ser visto como medida de excepción. El RIGI es el Hot Sale de la inversión.
-¿Qué significa eso?
-¿Vos creés que el consumidor que compró un televisor la semana anterior al Hot Sale no se siente mal? Lo pagó 100 y ahora hay 40% de descuento. Es una medida de excepción: el comercio busca vender más, liberar stock, hacerse de liquidez…El Gobierno, acá, plantea que necesita inversión. ¿Es injusto para algunos? Sí, obvio. Toda medida de excepción lo es. Pero tampoco escuché a nadie quejarse de otras medidas de excepción, como el blanqueo o la moratoria. Lo que no puede hacerse es eternizar la excepción.
-¿Qué piensa sobre las críticas puntuales al RIGI?
-Me parece bien que sea por dos años o dos prorrogables por otros dos. Sí estoy de acuerdo con la UIA cuando plantea que se les den beneficios arancelarios a insumos que también se producen en la Argentina. Eso me parece bien, fantástico: competí. Pero, si no se hace en la Argentina, y vienen inversiones de US$ 200 millones, ¿les vamos a decir que no?
«El cambio cultural debería ser que los empresarios manejemos la agenda empresaria y salgamos de la agenda pública».
-También se les critican las ventajas impositivas y cambiarias a los inversores.
-Uno de los temas del RIGI es que lo que se mencionan como excepciones es una economía normal. Que te den de excepción la disponibilidad de la divisa es porque nos acostumbramos, como el secuestrado, a que nos afecten la propiedad privada. Que el Estado nacional se apropie de mi divisa es una locura. Puede ser una excepción en un período de guerra, catástrofe… No puede ser la normalidad. En la Argentina, nos acostumbramos a que el Estado sea el dueño de las divisas. «Vamos a tener las divisas del campo», dicen muchos. ¿Qué «del campo»? ¡La divisa del campo es del campo! Deberías tener disponibilidad libre de divisa. Pasa lo mismo con la tasa del 25 por ciento del Impuesto a las Ganancias. O no pagar el impuesto PAÍS. Es ir hacia una Argentina normal.
-¿Qué impacto cree que tendría el RIGI?
-Si funciona, tenemos que ir a una Argentina normal: darle disponibilidad de divisa a todo el mundo, estabilidad regulatoria a todo el mundo. ¿Por qué? Porque tenés una demostración empírica de que, si hacés eso, vienen las inversiones. Lo más fuerte que tiene el RIGI es eso: basta de regulaciones absurdas e impuestos distorsivos porque es lo que está evitando que haya inversiones.
-¿Y si no funciona?
-Algunos tendremos que reescribir los libros.
-¿Le sorprendió lo que vio del Gobierno hasta ahora?
-Me sorprendió la velocidad en lograr el equilibrio fiscal y el ataque frontal a la inflación en sus causas. También, me sorprendió el DNU. No esperaba un DNU. O todo este tema de los candidatos a la Corte. Uno habría esperado que ahí pusieran a gente menos discutida. Esperaba algo más coherente entre el discurso, la narrativa, y la acción.
-¿Por qué no esperaba un DNU?
-No nos gustan los DNU en IDEA. A mí, personalmente, tampoco. Creo que las cosas tienen que salir por ley. Pero también me sorprendió el empaco del Parlamento, que no da las herramientas que pide el Gobierno.
-«Tenemos que ir a una Argentina normal». ¿En qué hay que avanzar para eso.
-En principio, desregular. Ordenar y desregular. Y, después, ir a la Constitución. Este es un país federal, donde hay una superposición entre las tres jurisdicciones que asfixia. El ordenamiento también implica que cada uno se haga responsable de lo suyo. ¿Es un país federal? Que los gobernadores asuman sus responsabilidades en salud, educación y seguridad, y no sólo pidan por la coparticipación o los fondos adicionales.
-¿Por qué desregular?
-En la Argentina, tenés todo regulado. Estás mirando y cuando no encontrás una regulación, te preguntás por qué. «Alguien se olvidó; ¿lo podré hacer?». Lo que, en el mundo, es «podés hacer todo lo que no está prohibido», acá, pareciera que es «sólo podés hacer lo que está expresamente permitido». Eso no es así. No es lo que dice la Constitución. Desregulación implicaría, primero, digitalizar. Eso da más transparencia y permite rendir cuentas. Además, evita que las personas -físicas y jurídicas- vivan haciendo trámites. En las empresas, hay un batallón de gente simplemente para cumplir con esto, más todo el management attention que significa ese exceso de regulaciones.
-¿Qué quiere decir con lo de «ir hacia la Constitución»?
-Dejar de afectar a la propiedad privada. A los gobiernos argentinos, les encantó afectar la propiedad privada. Y nos hemos acostumbrado, que es lo peor. Tenés afectación de la propiedad privada cuando te incautan la divisa. La divisa es mía, es del exportador. No del Estado. Es como un bien cualquiera. Nos acostumbrados a la afectación de la propiedad privada, también, en los impuestos irracionales. O sobre la superposición en los tributos: sobre la misma base imponible (tus ventas), pagás impuestos nacionales, provinciales y municipales. Pagás impuestos a los Bienes Personales y, en algunas provincias, a la herencia. ¡Me cobrás el flujo, me cobras el stock y, también, cuando me muero! Es una sumatoria de cosas que hace agobiante a esa intromisión de la propiedad privada. Como lo fueron también los controles de precios…
«Sinceramente, no veo inversiones mientras subsista un cepo para operar. Y que el Congreso no responda rápido a los requerimientos del Ejecutivo también afecta a los procesos de inversión».
-Caputo aclaró que, ahora, se controlan conductas.
-Conductas son conductas. Pero el control objetivo de precios es injusto e inequitativo. ¿Por qué mi precio? ¿Qué? ¿El Príncipe decide, con su dedo, qué precio sí, qué precio no? O las prohibiciones a exportar, cupos… El dedo del Príncipe diciéndote qué podés importar… Todo eso es afectación a la propiedad privada. Volvamos a la Constitución. La Constitución da garantía sobre la propiedad privada. El problema es que los argentinos, como sociedad, nos acostumbramos a que nos afecten la propiedad privada por caprichos del Príncipe. Ojalá que, culturalmente, haya un cambio en ese sentido.
-¿Lo hay entre los empresarios?
-El cambio cultural debería ser que los empresarios manejemos la agenda empresaria y salgamos de la agenda pública. ¿Qué es eso? Dentro de las propuestas que hacemos, hoy, están temas de educación, del mundo laboral… Casi todos asuntos legislativos. Incluimos desde la registración, control y auditoría de los fondos de los fideicomisos, que no están en el Presupuesto. Demandamos equilibrio fiscal. Pedimos que se bajen los impuestos distorsivos. Es mucho de agenda pública cuando debería ser una agenda más orientada a la productividad y la competitividad. Si mudamos a esa agenda, el cambio cultural se habría producido.
-¿Pero ve que esté ese cambio cultural entre los empresarios?
-Creo que hay algo de cambio cultural. Sobre todo, en las generaciones más jóvenes, que tienen una mirada más global. Cuando uno ve a las empresas más nuevas, se da cuenta de que están pensadas globalmente y no sólo de manera doméstica. También me parece que es consecuencia del cambio tecnológico. Hoy, se tiene interacción con gente de todo el mundo. Tanto Internet como la industria aeronáutica acercaron mucho más que hace 40 años.
-La relación de los empresarios con los Kirchner fue compleja y con Macri hubo desilusión. ¿Qué es Milei? ¿La última esperanza?
-Soy medio adverso a las miradas apocalípticas. En los países no existe una «última oportunidad»: se sigue viviendo y uno se va adaptando. Si tuviese que ordenar las expectativas, me preocupa menos el signo del gobierno o si habla más o menos con los empresarios. Lo que me preocupa es que me den reglas de juego claras y sostenibles. Que me muestren la cancha y, después, me adapto y armo mi equipo. Pero no que, en la mitad del partido, cambies el tamaño del área o de los arcos. Ahí, no se puede jugar. Todavía no conocemos al Gobierno de Milei, en términos de las reglas de juego y su permanencia en el largo plazo. Está por demostrarse. Soy auditor, con lo cual, soy escéptico por naturaleza: quiero ver cómo funcionan las cosas. En ese «quiero ver cómo funcionan», siempre apoyo. Por eso, cuando veo que el Gobierno pide herramientas y no se las dan, no me gusta.
-¿Cuál será el foco del Coloquio este año?
-Conversar sobre el rol del empresario. Ir hacia esa agenda más empresarial, de hacia dónde queremos ir, apuntando a la productividad, a la competitividad. Pero -siempre, con esa orientación- tratando el tema impuestos, el laboral, la inserción en el mundo y los temas institucionales que tienen que ver con esta afectación de la propiedad privada. Queremos tomar una agenda que siga siendo propositiva pero más orientada hacia lo que nos debería importar a los empresarios.
-Van a invitar a Milei. ¿Ya tendieron puentes para recomponer la relación después del desaire?
-La relación nunca fue tensa desde nuestro lado. Cuando me preguntaron el año pasado, dije que nosotros invitamos. En campaña electoral, hay mucho orejeo de cartas, de si voy, no voy, si suma o no en términos electorales. Tenemos bastante diálogo con el Gobierno. Creemos que va a ir. Nosotros lo vamos a invitar. Históricamente, lo hicimos con todos los presidentes. Aspiramos a que vaya. Nos gustaría que fuera. Nunca hubo tensión de la relación. No la llegó a haber. Le respeté lo del año pasado porque lo interpreté como una decisión táctica.
-Volviendo al tema inversiones, se habla mucho de aprovechar el momento para la Argentina. ¿Esa ventana es corta?
-La ventana para invertir en la Argentina no necesariamente es corta. Faltan las reglas de juego de carácter permanente. Hoy, hay buenas noticias: la inflación baja. Pero, todavía, es alta. El cepo sigue existiendo. Sinceramente, no veo inversiones mientras subsista un cepo para operar. Y que el Congreso no responda rápido a los requerimientos del Ejecutivo también afecta a los procesos de inversión. Para que la inversión sea sostenida, todavía falta. La inversión financiera es otro cantar: es más de oportunidad, de precio. Pero no es la que, necesariamente, va a generar crecimiento. Aunque tampoco es menor porque genera buen humor y una dinámica de mercado que es buena.
-Cuando habla con pares, clientes o inversores de afuera, ¿qué ven hoy de la Argentina?
-Es expectativa con cierto escepticismo. Pero hay una atención hacia la Argentina, a ver qué pasa. Hay un interrogante. No es un entusiasmo. Sí que, por lo menos, volvimos al mapa. Ya empiezan a preguntarse: «Che, miremos qué pasa».
(La versión original de esta nota se publicó en la edición número 366 de Apertura, junio de 2024).