Fuente: Clarín – En diez años, en la Argentina se pasó de 10.000 empresas exportadoras a 8.200. El 7% de esas firmas son pymes, contra 18% en los países vecinos.
Un trabajo de la Cámara de Exportadores de la Republica Argentina (CERA) estableció que hace diez años, en 2013, las empresas argentinas que vendían al exterior era 10.093. Para 2022, el número de empresas exportadoras se había reducido a 8.213.
Dejaron de exportar empresas de todos los tamaños (ver infografía). Pero las más afectadas por la caída de la actividad exportadora fueron las pequeñas y medianas empresas exportadoras, a las cuales se las suele también denominar “pymex”.
Estas empresas llegaron a sumar 5.517 en 2013 y una década más tarde habían caído 25%: a fines de 2022 eran 4.131.
A la vez, la menor cantidad de empresas conlleva, además, un menor volumen de exportaciones, según los datos de la CERA. “Para la Argentina, esta última ha sido una nueva década perdida, prácticamente sin crecimiento de su economía ni de sus exportaciones”, afirma el trabajo del Instituto de Estrategia Internacional de la CERA, titulado precisamente ¿Una nueva década perdida?.
También las empresas chicas y medianas perdieron peso dentro del total de exportaciones. “Las manufacturas exportadas por las PyMEx pasaron de representar el 9% de las exportaciones manufactureras en 2013 al 7% en 2022, la participación más baja de la década”, señala el trabajo.
“Llevamos quince años de estancamiento en las cantidades exportadas de manufacturas de origen agropecuario y once años en las de origen industrial”, dijo Fernando Landa, presidente de la CERA. “En cuanto a las pymes exportadoras, hoy tenemos un componente de exportación pymex en torno al 7%, cuando un país en desarrollo, en promedio tiene alrededor del 18%”.
El directivo señaló que las razones de ese retroceso “son la volatilidad de reglas, la falta de confiabilidad, los impuestos y derechos de exportación que el resto de los países no aplica, así como la baja vinculación comercial del país, regulaciones con sesgo antiexportador y competitividad decreciente”.
Hacia Brasil
Fue en 2013 cuando Alejandro Rodríguez Tomietto, dueño de la fábrica de prensas hidráulicas La Mundial, concretó su última exportación: fue una prensa con un valor FOB de 500.000 dólares, que vendió a un autopartista de Curitiba. Hasta entonces había exportado a un ritmo de US$4 millones por año a 27 países.
“La paridad cambiaria ya no convenía para exportar y en el mercado interno competíamos con las máquinas chinas que ingresaban a un precio de tres dólares por kilo, mientras que para nosotros el costo de producción era por entonces de ocho dólares por kilo. Nos compensaban con un bono del 14% a los fabricantes, pero aun así la asimetría era insostenible”, afirma hoy Rodríguez Tomietto.
Con las ventas acotadas, el empresario buscó diversificarse a través del del estampado de partes de chasis para el sector autopartista, hasta que dos años más tarde, en 2015, decidió abrir su propia fábrica en Brasil. A los dos años avanzó con la compra de un predio en la ciudad de Ivaiporá, en el estado de Paraná, y tres años más tarde, en 2020, inició la construcción del primer galpón. Rodríguez Tomietto tiene previsto inaugurar antes de fin de año su nueva fábrica, de 2.000 m2, para abastecer al mercado interno de Brasil y también para exportar desde ese país.
Devaluación
Por su parte Diego Peretti, titular de HP Repuestos, una fabricante de partes y componentes para motos y motonetas, dijo que exportaban de manera regular hasta 2018 a Perú y Estados Unidos. “Con la devaluación de ese año, los precios empezaron a cambiar y nos volvimos impredecibles para nuestros clientes. Estuvimos dos meses sin recibir pedidos y volvimos a concentrarnos en el mercado interno”, aseguró. Con aquel nuevo escenario no solo se desgastaba la relación por los continuos aumentos de precios, sino que tampoco podíamos cumplir con las cantidades. Por momentos llegamos a tener una demanda de hasta 40.000 piezas mensuales y nosotros no podíamos fabricar más de 15.000”.
En Metalúrgica Fema, una firma de la ciudad cordobesa de San Francisco que había empezado a exportar en 2015 máquinas para enderezado y centradoras de llantas de automóviles, camiones y ómnibus, dejaron de exportar también en 2018.
Pedro Bastierra fundó la empresa en 1991, dedicada inicialmente a brindar servicios de reparaciones, mecanizados y rectificados para terceros. Más tarde surgió la posibilidad de fabricar tornos, rectificadoras y máquina enderezadoras de llantas, que se comercializan bajo la marca Vari. Pero ya no exportan, si bien en este caso las diferencias de costos contra la competencia china también se combinan con un tema de calidad.
“No nos cerraban los números. Los precios de nuestras máquinas van desde 4.500 a 13.000 dólares y la competencia china tiene precios por la mitad”, dijo Bastierra. “Pero nuestras máquinas están hechas con chapa de acero de 19 milímetros y cuentan con un sistema de rolado especial, mientras que las máquinas chinas tienen chapa de 3 milímetros”.
Data centers
DCE Ingeniería es una empresa especializada en el diseño, construcción y mantenimiento de data centers, con sede en Vicente López. Julián Di Nanno, uno de sus socios, contó que en 2015 habían comenzado a exportar servicios de consultoría e ingeniería. Fueron operaciones puntuales, que luego recuperaron impulso en el 2020, en plena pandemia.
“Exportamos data centers llave en mano a Nicaragua, Paraguay y Bolivia, entre otros, por un monto promedio de 150.000 dólares por año. Pero después se complicaron los costos”, dijo Di Nanno.
El empresario explicó que detrás de la famosa nube informática siempre hay un data center, que es una estructura conformada por uno o más racks que alojan potentes servidores y equipos de comunicación, cuyos precios totales oscilan entre US$100.000 y US$ 3 millones.
“Desde hace mucho tiempo el precio internacional de un rack es de 1.000 dólares pero en la Argentina el costo actual asciende a 2.500 dólares, porque la mayoría de sus componentes como los cables cotizan al precio del dólar blue. En una palabra, estamos más del doble de caros que hace tres años”.
En Dolium, una bodega mendocina de Luján de Cuyo que llegó a concretar veinte exportaciones por año a países como Estados Unidos, China, Reino Unido, Brasil y Japón, el negocio de exportar se fue apagando de a poco. Con facturaciones que en algunos años promediaron los 100.000 dólares anuales, la rentabilidad se redujo al punto de realizar las últimas operaciones a pérdida.
“Nosotros ya para el año 2014 habíamos adherido a los criterios de triple impacto y certificamos Sistema B, lo cual nos abrió las puertas de nuevos mercados”, explicó Ricardo Giadorou, titular de la bodega mendocina. “Pero en la Argentina las reglas cambian en forma permanente y complican la existencia de las pymes, sobre todo a las que no tenemos un departamento o un responsable de comercio exterior”