Fuente: A24 – En julio del 2022, el 92% de las PyMES nacionales informó que tenía problemas para resolver los inconvenientes que generan las restricciones a la importación impuestas por el gobierno. La situación continúa y hoy faltan insumos, no se aprueban los permisos y los altos costos se trasladan a los precios.
De acuerdo con los datos de la Encuesta Coyuntural de Fundación del Observatorio PyME (FOP), solo un 8% de las PyMEs industriales importadoras directas –aquellas que negocian directamente con el proveedor del exterior– puede sustituir total e inmediatamente los insumos y bienes intermedios importados por alternativas de origen nacional. El mismo estudio, con datos relevados en julio de 2022, afirma que el 92% restante tendría algún grado de dificultad, abarcando una amplia gama de situaciones; además de que, mientras un 24% solo podría sustituirlos parcialmente, el 65% de las industrias PyMEs que importan en forma directa no podrían sustituirlos y se limitarían a producir según disponibilidad o, aún peor, deberían abandonar totalmente la producción.
Como es de esperar, el costo de los materiales y el acompañamiento de la brecha cambiaria entre los distintos tipos de dólar, caen con todo el peso en los costos de venta final provocando, además, variaciones en los precios de los productos, “como por ejemplo cuando se pasó de dólar oficial al MEP para acompañar la brecha cambiaria”, explica Federico Burlando, director de LERCA S.C.A., una fábrica de fusibles de industria nacional. Si una compañía, por ejemplo, tiene que acceder al CCL –dólar cable, el cual no opera solo dentro de la bolsa porteña sino que uno de los pasos debe llevarse a cabo en una cuenta del exterior–, los precios se multiplican por dos. Adriana Pontini, presidenta ejecutiva de Xoren Ingeniería, explica el tedioso proceso de la siguiente manera: “Hoy estamos cobrando una diferencia por ese tipo de cambio para poder pagar con CCL a través de la empresa uruguaya de Sinclair y, de esta forma, no salir del MULC –Mercado único y Libre de Cambio– pagando algunos productos muy comprometidos”.
Cuando los fabricantes nacionales que dependen de insumos de afuera advirtieron en 2019 que el cambio de gobierno podría traer devaluación y falta de divisas, comenzaron a poner en acción estrategias para poder paliar este problema a través de “dos instancias porque, por un lado, nos ocupamos de invertir en sobre stocks de materias primas y componentes, dando trabajo y colaborando con nuestra cadena de valor para que no cerraran empresas”, señala Burlando. Sin embargo, pasado el primer año y medio de gobierno “toda la cadena productiva empeoró, nuestros proveedores dieron los primeros avisos de escasez, de cierre de empresas e incremento en los costos de la materia prima, pasando sus precios a dólar MEP –mayores precios en dólar oficial–; ahí decidimos, ante la incertidumbre de no poder reponer las materias primas e ir al cierre, racionalizar las ventas y vender solamente hasta cubrir costos fijos. En una palabra: sobrevivir”. En los escenarios más pesimistas “no hay estrategia legal para hacer frente a la no obtención de la aprobación de las SIRA”, señala Beatriz Rintel, socia de Pitrón Aromáticos.
LERCA S.C.A. es una fábrica de fusibles que abastece a la industria nacional.
El SIRA es el Sistema de Importaciones de la República Argentina, un instrumento pensado para centralizar toda la operatoria de comercio exterior en una sola base de datos, vincular solicitudes de importación, despachos de mercadería y cuenta bancaria desde la cual se accede a los dólares y se realizan los pagos de los bienes o servicios. Ante una SIRA no aprobada “no nos queda más que esperar, con el perjuicio que eso implica para el cliente final que son grandes empresas como YPF, Pan American Energy y otras que consumen nuestros sistemas; si no podemos importar no tenemos estrategia posible porque –en nuestro caso– importamos tecnología que no se fabrica en el país”, señala Adriana Pontini.
Algunos de los rubros más afectados
Con el cierre de importaciones y para el caso de la industria metalúrgica, los productos que más costó conseguir fueron “aquellos con alto contenido de cobre, latón, estaño, papel, cartón fino, plásticos y componentes específicos que solo se producen en el exterior,” señala Burlando. No así para “el hierro y el aluminio que tienen producción local y el riesgo de escasez no ocurre”. En el rubro de empresas que facilitan productos químicos las materias primas más afectadas fueron las “utilizadas en la fabricación de fragancias para las industrias de higiene industrial, comercial hogareña y personal, pero también las utilizadas en la fabricación de sabores para la industria alimenticia las cuales no se fabrican en el país y su producción requiere de enormes inversiones en complejas y costosas instalaciones de plantas industriales”, detalla Beatriz Rintel. Un plan casi imposible de realizar.
Adriana Pontini cuenta que, cuando se trata de soluciones tecnológicas el cuadro más complicado porque “los servicios que debemos pagar al exterior o los softwares dónde se debe solicitar la SIRASE –una herramienta diseñada para analizar el cumplimiento fiscal y la capacidad económica financiera de los contribuyentes que realicen un pago al exterior por servicios contratados– son el 50% de nuestro negocio y no nos han aprobado ninguno”.
Estrategias para salir a flote
A diferencia de otro tipo de industrias dónde por más creatividad que se aplique, las opciones para hacer frente a las restricciones son escasas, “nosotros hemos aplicado y difundido la economía circular”, dice Federico Burlando. El proceso, cuenta, comienza con la recompra de “productos usados a nuestros clientes, separando materias primas y componentes, dando tratamiento a los mismos, disminuyendo los residuos y la polución ambiental y dando de esa manera, otro servicio a nuestros clientes (el ambiental) además de crear trabajo social”. Por otro lado, cuenta que se “abrió un nuevo nicho en la reventa de productos no fabricados por nosotros, pero que necesitan nuestros clientes y que aún se consiguen en el país con el fin de aprovechar la cadena comercial”.
El experto en Comercio Internacional Marcelo Elizondo destaca que “se están definiendo acuerdos bilaterales que no se limitan a una política arancelaria, sino que se desarrollan esquemas regulatorios en cada país para mejorar las condiciones de operación, procurando simplificar procesos y bajar costos implícitos”.
Sobre la estrategia de aplicar un esquema de Sustitución de Importaciones como respuesta a la imposibilidad de acceder a un insumo o producto –un mecanismo que exhibió resultados positivos para el desarrollo de una actividad industrial argentina en los años 30–, Alejandro Wolf, miembro de la comisión directiva de la Asociación Argentina de Logística Empresaria (ARLOG), dice que “si se compara con otras economías del el mundo –como Canadá o Australia– que aplicaron diferentes esquemas en esos años, la estrategia no parece haber cumplido las expectativas”. Esos países, que apostaron por una política de apertura y promoción de exportaciones, expandieron sus industrias en base a nuevos mercados demandantes de sus productos, lograron tasas de crecimiento más elevadas “y lo que es más importante, más sustentables al no necesitar medidas proteccionistas de mayor importancia para desarrollarse”, señala. Wolf cuestiona el hecho de que “desde hace décadas, en Argentina no se implementan políticas que den soporte a una estrategia exportadora de largo alcance”, refiriéndose al hecho de disponer, como mínimo, de un tipo de cambio competitivo y estable, “de promover una regulación laboral moderna que acompañe una estrategia de crecimiento y que no espante al industrial al momento de contratar personal y de avanzar en una inserción inteligente en el mundo participando de acuerdos bilaterales y multilaterales de comercio”.
El especialista en logística cita el trabajo reciente del experto en Comercio Internacional Marcelo Elizondo, quién destaca que “ya se están definiendo acuerdos bilaterales de última generación donde lo pactado no se limita a una política arancelaria, sino que se desarrollan esquemas regulatorios de alcance interno en cada país, apuntados a mejorar las condiciones de operación en el desempeño de las actividades o rubros incluidos en el acuerdo, procurando simplificar procesos y bajar costos implícitos”. Wolf cree que “más allá de que siguen existiendo esquemas proteccionistas en las políticas de muchos países, en general son muy específicos y no es usual la aplicación de esquemas o políticas tendientes a restringir importaciones en forma sistemática, sobre todo considerando que los acuerdos necesitan incluir exportaciones e importaciones sobre cada uno de los países intervinientes” y que por eso “hoy no parece conveniente desarrollar políticas oficiales tendientes a incentivar la práctica de la sustitución de importaciones”. En ese sentido, y observando la información disponible en base a la Encuesta Coyuntural de FOP, señala que “no parece factible en el corto plazo contar con una política exportadora que procure cubrir alguno de los aspectos mencionados para abrir el camino sobre todo a las exportaciones no tradicionales, pero con posibilidades de desarrollarse. Solo como ejemplo el tipo de cambio es un instrumento directamente ligado al Comercio Internacional ya que su función principal es definir los términos de intercambio entre diferentes países con monedas diferentes. Sin embargo, en Argentina siempre está ligado al impacto inflacionario, es decir un aspecto muy vinculado con la política interna que no parece tener sustento”.