Fuente: iProfesional – Los primeros kilos de helado los hizo en la cocina de su casa y los repartió en su Fiat 147. En la actualidad, llega a todo el país y exporta a Uruguay
En 2022 y con solo tres empleados, Victoria Torterola vendió 50.000 kilos de helados veganos de su marca Haulani a lo largo del todo el país y exportó a Uruguay. Sin embargo, la medida del éxito para ella no son los números, sino su libertad. Libertad para hacer y deshacer, libertad para no atarse a un plan de negocio y libertad de mudarse para criar a su hijo en medio del monte cordobés sin tener que preocuparse si en Buenos Aires se corta la luz de la planta de elaboración.
Después de algunas sesiones de terapia, Torterola entendió que su gran miedo en la vida era quedarse sin plata. Unos años antes había visto a su padre quebrar económicamente por no haber podido reinsertarse en el mercado laboral luego de tomarse un año sabático e irse con toda la familia a Hawaii.
«Esa decisión habla de la libertad para darse permisos para salirse del libreto. Cada día podía elegir qué hacer, si me iba a la playa, si iba al cine o andar en bici. Esa forma de vida se incrustó muy profundo en mi ADN y cuando volvimos al país yo ya no podía entender cómo era posible que para ir al baño uno tuviera que pedir permiso al profesor», cuenta Torterola, quien tuvo que salir a trabajar desde moza hasta maestra jardinera para bancarse los estudios que su padre no pudo financiar.
La solución que Torterola implementó para superar el miedo de quedar en la lona fue justamente quedarse sin plata, pero a propósito. Renunció a su trabajo y gastó todos sus ahorros para volver a Hawaii por tres meses, pero no para trabajar sino para quedarse sin plata. Vivió en una casa prestada al amparo de un árbol, paradójicamente mangos, que le proveyó de frutos para su desayuno, aun fuera de temporada. «Fue increíble, pero viví la doble vida de no tener más que ataques de pánico y a su vez la abundancia de la vida demostrándome que estaba a salvo y que nunca me iba a faltar nada’, explica a iProfesional.
El miedo y la abundancia transformada en una marca de helado
Sentada en la playa con la mirada en el horizonte y pensando en qué significaba el miedo en la vida de alguien y en la libertad que en definitiva en ese momento sentía, se le acercó un joven a charlar. «Me contó que hacía helados a base de coco y quedé maravillada. Me acuerdo que pensé qué bueno sería hacer un helado que haga bien con superalimentos y endulzar con miel pura de abejas y cúrcuma o espirulina. Fue toda una revelación», recuerda la emprendedora.
En 2014, de regreso al país, Victoria invirtió los últimos $600 que le quedaban en una máquina de hacer helado y en su casa empezó a experimentar recetas hasta que encontró el equilibrio justo para hacer de las frutas, la miel y la leche de coco esa cremosidad perfecta que quería para sus helados Haulani, palabra que en hawaiano significa hielo celestial.
Invirtió los últimos pesos que le quedaban para comprar una máquina de hacer helados
Su primer cliente fue un amigo dueño de un restaurante vegano que le encargó semanalmente 2 kilos para ofrecer como postre. «Para mí, 2 kilos era un montón, pero asumí el compromiso. Después fueron sus clientes los que me empezaron a contactar y después llegó más gente cuando abrí las redes sociales. Yo ya estaba al límite de mi capacidad productiva, que claro, era aún mi casa y mi auto Fiat 147 con el que hacía las entregas», cuenta.
Una marca que hoy vende 20.000 unidades al mes
Llegar a las 20.000 unidades mensuales que hoy vende a todo el país y al Uruguay fue un camino que recorrió con no pocos palos en la rueda: desde un socio que la dejó sin su fábrica hasta otro que le «robó» las recetas y armó otra marca para competirle a Haulani. Sin embargo, con el miedo como aliado, a Torterola ya nada la detiene y si tiene que barajar y volver a dar, lo hace.
En 2018, recibió unos u$s60.000 de tres inversores suizos que conoció por un amigo de la familia y consiguió entrar a las grandes cadenas de supermercados, pero esta vez, cuenta, tercerizando la producción. ¿Por qué? Porque su primer palo en la rueda fue cuando, luego de conseguir la habilitación de una planta para la producción de alimentos, los dueños con los que compartía el espacio le dijeron que se la querían quedar para ellos y su producción de leches vegetales.
«Tuve que volverme a mi casa, donde no podía enchufar la máquina industrial porque no tenía trifásica. Se quedaron con la planta, la habilitación y toda la plata que había invertido para ellos, pero en vez de enojarme y gastar energías en lo que había pasado doblé la situación a mi favor para ocuparme den todo caso de resolver y llegar a tiempor a la temporada».
Esto pasaba mientras en su vientre crecía su hijo y en su cabeza el deseo imperioso de salir de Buenos Aires para esta vez irse en familia a vivir a Traslasierra en Córdoba. Pero para ello, había que cambiar el modelo de negocio y como no hay mal que por bien no venga, cuando se quedó sin planta, tercerizó la elaboración de los helados con los dueños de Guapaletas y ella, desde Córdoba y con tan solo tres empleados, trabaja en la marca, su comunicación y la comercialización.
Actualmente, sus helados se encuentran en dietéticas, tiendas naturistas y supermercados de Argentina y Uruguay y para seguir creciendo está desarrollando un modelo de franquicias productivas, es decir, dándole la posibilidad a fábricas de alimentos que elaboren y comercialicen helados plant-based con su marca Haulani a cambio de una regalía mensual.
Haulani se lanza al modelo de franquicia productiva para seguir desarrollando la marca
«Por ahora vendo los helados que produzco con Guapaletas y aunque aún no tengo nada cerrado, voy desarrollando este otro modelo de negocio que ya tiene su primer paso con una línea de quesos con un partner que tiene otros productos. De esta manera, la marca sigue creciendo sin necesidad de que yo invierta y ellos amorticen mejor sus costos’, detalla.
¿La idea es migrar al modelo de franquicias? «Mi idea es tener ideas todo el tiempo y ver con cuál me siento más cómoda y libre», concluye.