Fuente: Ámbito – El sector industrial compra materia prima con diferencias significativas respecto a los países limítrofes. Un estudio señala que es más perjudicial este factor que el costo laboral a la hora de competir.
Las pymes argentinas se encuentran en una encrucijada: al tiempo que el Gobierno decidió flexibilizar las importaciones, la industria nacional paga la materia prima hasta un 150% más cara que en los países limítrofes.
Con el tipo de cambio real atrasado, alta carga impositiva, materia prima presupuestada a más del doble que en el resto del continente, el sector industrial atraviesa un complejo escenario, donde la recuperación en “V” es incierta y el Gobierno no anunció medidas destinadas a paliar la caída de producción.
El cuadro, agravado por la política pro-importaciones que el Gobierno comenzó a implementar con alimentos y productos de higiene y limpieza, luce más que desafiante, según lo advirtió Gabriel Fernández, CEO de AFG Ingeniería e integrante de la Asociación de Industriales Metalúrgicos. (AIM).
“Las pymes enfrentan una problemática que limita severamente su competitividad en el mercado tanto local como internacional”, asegura el empresario. Su señalamiento radica en el resultado de un estudio que realizó AIM: el costo de las materias primas en Argentina supera entre un 100% y un 150% al de los países linderos. “Es una situación que coloca a las pymes en una posición desventajosa frente a competidores internacionales, especialmente Brasil”, detalla el documento.
Por caso, la asociación observó que, mientras los fabricantes brasileños pueden adquirir chapa laminada de un cuarto de espesor por un precio que oscila entre u$s u$s830 y u$s1000 la tonelada, las empresas argentinas enfrentan costos significativamente mayores, que varían entre u$s1300 y u$s1600 por tonelada.
La disparidad en los precios no solo afecta la estructura de costos de estas empresas, sino que también, explica Fernández, “pone en jaque su capacidad para competir en mercados”, donde los precios de los insumos son significativamente más bajos.
Costo de la materia prima vs pago de salarios altos
Sin embargo, el integrante de AIM focaliza la problemática desde una arista que pocas veces es abordada: a la hora de adquirir competitividad, es más perjudicial pagar insumos caros que considerar el costo laboral actual.
Fernández explica con un ejemplo concreto la magnitud del problema: en una empresa de 15 colaboradores, el costo de la mano de obra ronda los $8 millones. Por otro lado, esa misma empresa gasta unos $40 millones en materia prima, con un sobreprecio mínimo del 40%. Este sobreprecio representa $16 millones de pesos adicionales “que podrían ser utilizados para mejorar los salarios de los colaboradores e invertir en más maquinaria”.
De esta forma, el empresario concluye que, “contrariamente a la creencia popular”, que apunta al costo laboral como el principal factor detrás de la falta de competitividad, la realidad indica que “son los sobrecostos asociados a las materias primas, junto con los altos costos financieros, los verdaderos culpables de esta encrucijada”.
Esta práctica no solo genera desmotivación y descontento entre los trabajadores, sino que también “provoca una fuga de talento”, especialmente en áreas técnicas clave para la productividad y el crecimiento empresarial. Asimismo, el CEO de AFG Ingenieria reconoce que no son pocos los dueños de pymes que encuentran en la reducción salarial “la única variable de ajuste posible para mantener a flote sus negocios”.
Es por eso que AIM detecta como consecuencia la disminución de la oferta de personal técnico calificado. “Es una consecuencia directa de estas decisiones” alerta, y agrava aún más la situación de las pymes, que todavía no han recibido alguna iniciativa volcada a la política industrial.
Más factores restan competitividad a las pymes
Al sobreprecio de la materia prima, hay que sumar otros factores que le restan competitividad a las empresas nacionales. Para las consultoras Marca Pyme y EPyCa, la afectación recae incluso en empresas que tienen la misma o más productividad que las competidoras extranjeras.
Por ejemplo, la presión tributaria en Argentina, que ronda el 30% del PBI, pero considerando el nivel de informalidad, asciende a 55% del PBI. Se suma la logística, con un sistema de transporte de mercaderías que recae mayormente en camiones, o la falta de oferta de crédito, que históricamente rondó el 13% del PBI, por debajo de los países latinoamericanos.
El costo financiero atado al financiamiento de importaciones tampoco puede soslayarse. Las tasas fluctúan entre el 6% y el 8% mensual para períodos de 30 a 90 días y las metalúrgicas enfrentan “serias dificultades para financiar grandes provisiones o mantener operaciones de exportación”, según Fernández.
“La libre competencia no se consigue simplemente abriendo los mercados, sino proveyendo un marco adecuado para competir”, aseguraron Pablo Bercovich y Martín Kalos, representantes de las consultoras. Sin embargo, admiten que en las últimas décadas “muchas veces fueron en sentido contrario al de generar mayor competitividad” y las pymes dejaron de exportar por falta de contexto macroeconómico propicio.